El Estado y sus lazos de sangre

Mudarme a Finlandia y obtener la nacionalidad finlandesa fueron para mí decisiones que tomé libremente, eligiendo mi propio camino. Sin embargo, cuando notifiqué a mi país de origen, este no se lo tomó demasiado bien. España me dio un ultimátum: firmar una declaración de lealtad a la patria o perder mi nacionalidad. Así es: según la ley española (artículo 24.1 del Código Civil), los ciudadanos que adquieran una nacionalidad extranjera como la finlandesa deben declarar, en un plazo de tres años, su intención de conservar la nacionalidad española, o la perderán. Esto significa que España no trata mi decisión como la de un adulto libre y responsable que firma contratos sociales —como establece el espíritu liberal en que se basa su Constitución— sino como la traición de un hijo que abandona a sus padres, o la de un hombre casado que abandona a su mujer. Esto revela algo interesante acerca de nuestras instituciones. Como puede leerse en el mismo artículo del Codigo Civil, España tolera la d...