Por qué llamamos padres a los padres
¿Por qué llamamos a nuestros padres "Mamá", "Papá" y otras palabras similares? Los investigadores suelen apuntar al balbuceo de los bebés, pero esta respuesta no es muy satisfactoria.
Probablemente en todas las sociedades humanas los hijos se dirigen a sus padres con palabras que significan que estas personas son padres. Por ejemplo, en Finlandia los padres se llaman Äiti e Isä. Estos vocablos tienen poca similitud fonética con mama, papa, baba o dada, si bien significan Madre y Padre, respectivamente.
Esta redundancia es muy extraña si uno se para a pensarlo. Siempre que alguien es especial le damos un nombre propio; los padres son muy especiales pero les damos nombres comunes.
¿Cuestión de respeto?
En la sociedad moderna, un padre podría molestarse si, siendo su hija o hijo adulto, le llamas por su nombre propio. “Es que yo soy tu padre”, podría decir, aduciendo razones biológicas como que te ha concebido. Sin embargo, tu padre probablemente no quiera llamarte Hija o Hijo—al menos que tenga algo muy serio que decirte—sino que usará tu nombre propio o un nombrete que te identifique individualmente. Igualmente, ambos preferirán llamar a la mascota de la familia, por ejemplo, Bruno, en lugar de Guauguau, Cachorro, Chucho o cualquier otro nombre común que signifique que Bruno es un perro. Bruno es un nombre cariñoso y especial para un individuo que se asemeja a un hijo.
Este análisis desvela una asimetría fundamental y paradójica entre las generaciones. Algunos dirían que llamar padres a los padres es señal de respeto, otros de amor, pero esto nos deja de nuevo sin explicación acerca de la existencia e importancia de esta práctica para todas las culturas. Además, como hemos visto, llamar a un individuo—ya sea canino o humano—lo que naturalmente es no es necesariamente un acto de amor o respeto.
Otras personas responden que hacemos esto porque “así se ha hecho siempre”, porque así se han llamado nuestros padres desde que nacimos y, a su vez, sus propios padres. Sin embargo, si nuestros padres se hubieran llamado Manuel y Berta, hubiera sido igualmente natural llamarles así, como se puede comprobar en el caso de algunas familias.
La cuestión es, entonces, ¿por qué los padres se presentan a los hijos como padre o madre en lugar de seguir dándose a conocer por su nombre propio? Responder a esta pregunta significa ahondar en nuestra naturaleza, psicología y relación con los demás. En efecto, cuando nace un hijo, no solemos decir o pensar que ha nacido nuestro hijo o hija, sino que nos hemos convertido en padre o madre. De alguna manera, sentimos que el mundo ha cambiado y nos hemos transformado, no solo porque pensamos en nosotros mismos—“soy padre/madre”—sino también porque los demás nos lo dicen—“¡me han dicho que ya eres papá/mamá!”
Baby talk
Todos conocemos el júbilo y la peculiar forma del habla con la que solemos recibir a un recién nacido. Las voces se hacen agudas y musicales, como si nos quisiéramos parecer al pequeño; se hacen muecas, se exageran sonidos y, por supuesto, se nombra a Papá y Mamá. En este sentido, podría decirse que al tiempo que nos convertimos en padres, se afirma nuestro rol filial, sobre todo si usamos expresiones como “¿quién es el niño bonito de Mamá/Papá?” para dirigirnos a nuestro bebé: si están los abuelos presentes, estos podrían darse por aludidos.
Muchas madres y padres usan la tercera persona para referirse a sí mismos al hablarle a sus hijos. Imaginemos a una madre que se despide de su niño pequeño, al que deja con una niñera—“no te preocupes, Mamá volverá pronto”. La niñera consuela al niño—“Mamá tiene que irse al trabajo”. La niñera no se refiere explícitamente a la persona que se despide; no dice “tu madre/Berta tiene que irse al trabajo”, del mismo modo en que la madre no dice “no te preocupes, (yo) volveré pronto”. Ambos hablantes se refieren a "Mamá", alguien que parece estar en otro lugar.
Este fenómeno, tan ordinario, puede ser desconcertante hasta para los especialistas. Por ejemplo, una experta en salud mental infantil, contactada a propósito de una investigación del sitio web Livescience.com, responde que los pronombres yo y tú son “demasiado abstractos” y que el propósito del baby talk es indicarle al niño la relación: “Mamá y yo”. Sin embargo, la cosa es justo al revés: los pronombres yo y tú indican una relación concreta, al igual que los nombres propios: Berta (tú) y Antonio (yo), mientras que Mamá es una abstracción que confunde esta distinción objetiva. Mamá se refiere a alguien que podría ser la madre de tu niñera, alguien que no conoces, pero que comparte algo importante con tu madre, tu abuela, tu bisabuela, y así sucesivamente.
El propósito del baby talk podría ser, inconscientemente, el de indicar al niño una relación simbólica y ancestral que trasciende el vínculo individual con su madre. La experta en salud mental infantil no observa la mente del niño desde un punto de vista objetivo, sino que proyecta o confunde al niño consigo misma—“Mamá y yo”—en un contexto intersubjetivo y cultural que se transmite de generación en generación.
Por su parte, los expertos en el lenguaje infantil suelen poner a Mamá y Papá en la misma categoría semántica que palabras como pelota, chupete y otros nombres comunes que aprende el niño, para luego decir que el niño generaliza o “sobreextiende” (overextends) cuando llama Mamá o Papá a un extraño (véase Saxton, 2017; Maanmieli, 2019). De nuevo, esto supone confundir al niño con uno mismo, pues son los adultos quienes restringen la aplicación de un nombre común a una persona concreta. Es decir, son los adultos quienes deciden—de manera incoherente—que habrá sólo una mamá y un papá para el niño, en lugar de muchos papás, mamás, pelotas y chupetes.
Somos niños
Estas respuestas y suposiciones erróneas por parte de los especialistas están, sin duda, influenciadas por la dimensión personal de esta cuestión. Demuestran que, incluso quienes estudian la mente y el lenguaje desde una perspectiva científica, a menudo se ven condicionados por la tradición, que les impide hacerse ciertas preguntas.
El avance de la ciencia, sin embargo, siempre ha consistido en superar este tipo de tabúes. Esto nos lleva más cerca del psicoanálisis y su investigación de la vida familiar. Por ejemplo, R. D. Laing, famoso “antipsiquiatra” de los años 60, escribió:
Personalmente creo que la mayor parte de las órdenes más tempranas y perdurables que recibimos tienen forma de atribuciones. Se nos dice: las cosas son así y así. Se nos dice, por ejemplo, que somos un niño o una niña mala o buena, no sólo se nos ordena que lo seamos. (Laing, 1982)
Laing usa la voz pasiva ("se nos dice"), pero se refiere a atribuciones existenciales que van más allá de los roles que adoptamos conscientemente. Esto es, ser padre, madre o pariente en el contexto moral de la familia no es como tener un rol de abogada o médico; invocar a estas personas no es como llamar a un doctor—¡Doctor! —sino que va más alla. Es decirle a esta persona lo que naturalmente es—¡Padre! De ahí que si esta persona no se comporta como padre, madre o pariente, si esta persona rechaza la obligación que dimana de esas palabras, fuese como si la realidad se fragmentara: ha sucedido algo "imposible", como demuestran algunas reacciones y afecciones psíquicas.
Así, los hijos deberían obedecernos del mismo modo en que los patitos siguen a Mamá Pata, y, a su vez, los padres deberían protegernos como un león defiende a sus cachorros de los depredadores. Nuestras vidas, se supone, deberían estar regidas por estas fuerzas biológicas y existenciales. Sin embargo, en el fondo sabemos que no es así. Tal vez por eso convertimos estos nombres comunes en nombres propios, repitiéndolos una y otra vez, como si temiésemos que Mamá o Papá, Hija o Hijo dejen de serlo, crezcan.
En conclusión, llamamos padres a los padres porque, en el fondo, somos niños. Somos niños tanto en nuestra dependencia de nuestros ancestros como en nuestra ingenuidad para descubrir lo que somos. Como los niños, necesitamos historias, mitos que nos ayuden a reconciliar nuestra curiosidad con aquello que no se nos está permitido saber.
Bibliografía
Laing, R. D. (1982). El cuestionamiento de la familia. Barcelona: Paidós.
Maanmieli, J. (2019). The nature of kinship: From dad and mum to god and society (v1.0). Alethes.net, 1(1) Retrieved from http://alethes.net/journal
Saxton, M. (2017). Child language: Acquisition and development. Thousand Oaks, CA: Sage.
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